Entrevista a Cristina Hernández Trejo, inversionista profesional y analista de los mercados financieros.
A Cristina la conocí cuando trabajé en la revista Inversionista. Ella tenía una columna: Cuentos para no dormir. Llevaba 16 años escribiendo para Inversionista, cuando le propusimos incluirla en un reportaje sobre las mujeres en el mundo financiero. Fue entonces que tuve la posibilidad de conocerla personalmente.
Cristina es un ejemplo de vida, de profesionalismo, es una mujer a la que quizás su lucha diaria contra el riesgo y los mercados otorgó cierta dureza, pero por cuya mirada emana infinita ternura. Aquel primer encuentro en su casa-oficina lo guardo en la memoria. Porque a pesar de que éramos un equipo invasivo de periodista, editor de foto, fotógrafo, asistente…, ella nos abrió las puertas, nos pasó a la intimidad de su hogar y nos hizo sentir como amigos invitados.
De muchas cosas hablamos en aquel entonces, y aunque era imposible creer que conocimos quién era esta inversionista profesional, asesora y amante de los mercados financieros, descubrimos algunos rasgos de su carácter que nos dio, al equipo de entonces, tema de conversación por varios días: seria pero risueña, dura pero coqueta, práctica pero sensible, entregada a su carrera, lo que no hace sombra a su capacidad de disfrutar las cosas bellas. Una Cristina que se distancia de la jovencita que entró a una casa de bolsa por primera vez hace tres décadas, pero que en lo hondo, es la misma.
Hija de los años 60, educada y con buenas instrucciones, que ella usó para labrar su propio destino. “Crecí en un hogar muy conservador, donde el riesgo tenía connotación de mala palabra y la meta mayor era ser director en la empresa de otro. Me ha costado mucho”. La Cristina de hoy admite que el riesgo siempre existe, pero hay muchas formas de acotarlo.
Cristina invierte en el mercado accionario, aconseja sobre inversiones y finanzas e imparte clases sobre esas materias. Describe su relación con los mercados como muy íntima. Advierte, sin embargo, de sus disciplinas: “Ojo, tiene horario, políticas y reglas de operación y límites. Ni todo el amor, ni todo el dinero”.
Como la coyuntura de los mercados no es la mejor, y aprovechando la opinión profesional, quiero saber si nos seguirán atormentando en lo que queda del año. Ella lo ve desde otra perspectiva: “Nunca dejarán que nos aburramos. Aún en los tiempos de largas tendencias de alza, los altibajos no faltan. Y me parece que se han vuelto más especulativos debido a la alta tecnología de información y comunicación. Para ella, confiesa, siguen siendo un reto. “Disfruto mucho la información, formar escenarios y hacer análisis técnico. Me han formado ante mis nietos una gran imagen de abuela moderna”.
Una década de ensueño
Cristina Hernández supo de las casas de bolsa en 1984, cuando era tesorera de una empresa con excedentes financieros. No tiene reparos en reconocer que lo que la impulsó en los siguientes pasos fue el interés por conseguir buenas ganancias. “Fue hasta 1987 cuando me encontré con el mercado accionario. La bolsa pasaba entonces por una de esas rachas impactantemente ganadoras y, a mediados de año, cualquiera hablaba de la bolsa; todos querían estar en ella. Algunos compañeros de generación, no especialmente brillantes, habían caído por casualidad en estas instituciones y hablaban de ingresos francamente desmesurados. Me di a la tarea de buscar empleo en una de esas `mágicas` empresas”.
Apenas dos meses después sobrevino el Crack del 87. En una sola sesión bursátil se perdieron las ganancias acumuladas en cinco años de continuas alzas en Nueva York. La mayor bolsa del mundo, Wall Street, vivió el éxodo masivo de los capitales de millones de inversionistas, que se apresuraron a vender sus acciones. “A primera vista, me pareció que la bolsa era algo espantoso. No entendía lo que estaba pasando. Todos hablaban horrores del mercado –dice la experta–. Pero tuve suerte. No perdí el trabajo y los siguientes 10 años fueron de grandes retos y cambios para el mercado accionario: Un ambiente atractivo para cualquier profesionista con hambre de desarrollo”.
Quizás esta historia avala aquel precepto de que a la larga, la bolsa siempre gana. Como bien explica esta inversionista, sobrevino la apertura para la inversión internacional. Cambiaron los estándares de análisis y operación. El mundo se hizo de sistemas de cómputo personales y luego llegó la revolución del internet. La velocidad y calidad de las operaciones eran otras. A ello se sumó el arranque del mercado de derivados en México.
Todo esto ocurrió en 10 años, que definitivamente lograron apasionar a Cristina. “Conocía bien cómo funcionaba, sabía que era un patrón exigente, que así como subía también bajaba, pero seguía demandando estudio e imaginación cada día (…) eso es lo que me ha mantenido aquí”.
El riesgo a largo plazo, sí conviene
No habían sido, por tanto, pocas las experiencias vividas el día que esta mujer decidió dar sus primeros pasos por sí sola. Para ese entonces tenía ya el reconocimiento de sus jefes, compañeros y clientes. “Es muy padre que cuando decides irte, el director te diga que tienes la puerta abierta en cualquier área de la institución para que no lo hagas”.
“Supongo que fue la suma de varios factores: haber desarrollado una carrera profesional completa sin mucho más por recorrer a nivel organizacional; querer compartir puntos de vista personales sobre expectativas del mercado y estrategias de inversión, y considerar que era el tiempo oportuno para intentar un camino independiente y poder arrepentirme, si fuera el caso. Estaba yo en mis 40 chicos”, fueron estas las causas que la llevaron a atravesar los puentes hacia una orilla todavía más arriesgada.
Hoy es una mujer de éxito. Confirma sentirse así. “Soy una agradecida de la vida porque desde mi plataforma de despegue (clase media de los 60, padres trabajadores, con jubilación del estado, educación universitaria y buena salud) pude descubrir quién era, qué me interesaba más y hacía más feliz. Pude modificar la ruta y lograr muchas de las cosas que fui descubriendo como importantes. Creo que eso es el éxito”.
Desde hace casi tres lustros Cristina imparte talleres y cursos sobre finanzas personales e inversiones. Varias generaciones de inversionistas tienen mucho que agradecerle. Otra gran valía es no haber tenido nunca que tomar un préstamo grande, sino fondear sus inversiones en el mercado. Pero el mayor mérito, asegura es la ganancia personal, no la económica: “En esta labor de invertir en el mercado accionario, uno se descubre a sí mismo sin remedio. Error tras error hacen que aceptes, tarde o temprano, que hay debilidades personales tras las decisiones: miedo, esperanza, vanidad, codicia… Aceptar mis `demonios`, negociar con ellos, construir una mecánica operativa que actúe como red de protección me permiten trabajar hoy con tranquilidad, y obtener resultados sensatos de mi trabajo. Haberlos identificado y controlado razonablemente me hacen sentir muy satisfecha de la profesional que soy”.
“Involucrarse en la inversión financiera es imprescindible”, considera la analista, cuando piensa en la necesidad inevitable de tener dinero como medio de cambio. “Esto es algo que no nos enseñaron a los de mi generación. Hoy todavía muchos piensan que invertir en bolsa es solo para ricos o arriesgados. Con todo y la volatilidad que ha imperado en los últimos años, la bolsa sigue siendo la mejor opción de inversión en el ámbito financiero, con la ventaja de que uno puede invertir desde México en bolsas de países donde la expectativa sea mejor que la mexicana o cubrirse de la depreciación del peso, si uno así lo requiere. A nadie le interesa tu dinero más que a ti. Y ni modo, hay que dedicarle tiempo, dinero y esfuerzo”. Este es el consejo de Cristina para jóvenes y no tan jóvenes con posibilidades de hacer fortuna en los mercados, aunque por supuesto, destaca la figura imprescindible del asesor financiero, al menos mientras se aprende de qué van y cómo hacer ganancias en ellos.
¿Te das cuenta de que las historias de éxito antes solo correspondían a hombres y hoy tú eres una de ellas? Cristina responde con la más clara de sus muchas virtudes, la naturalidad: “Gracias por considerarme una historia de éxito. En realidad, estoy segura de que si preguntamos, hoy todo el mundo sabe de una o varias mujeres `de éxito`”.
Por Gabriela Guerra Rey.
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