En la actualidad, los mercados financieros ofrecen una gran variedad de productos destinados a la inversión. Sin embargo, la mayoría de los activos se encuentran en dos categorías muy diferentes: bonos y acciones.
En el caso de las acciones, cuando compras títulos de una empresa, te conviertes en socio. Es decir, cuando invertimos en acciones tenemos dos formas de ganar: por apreciación de capital (el cambio en el precio) y por dividendos, lo que se conoce como reparto de utilidades.
El precio de la acción lo determinará el mercado y va en función de variables económicas, así como de los resultados operativos de una empresa. Por eso antes de invertir es importante fijarse en el comportamiento que han tenido los títulos de las compañías, por ejemplo: firmas como Peñoles, Lacomer y OHL, son algunas de las empresas que más han aumentado su valor en lo que va del año.
Asimismo, cuando al inversionista le interesa ganar por concepto de dividendos, algunas de las empresas más atractivas son: Cemex que ha aumento su valor 4%, GAP con una subida de 4.9 por ciento, Danhos, Fibraapl y Terra, que han tenido un alza de 5.7, 7.1 y 7 puntos porcentuales, de manera respectiva.
La ventaja que ofrecen los dividendos es que otorgan flujos de efectivo de manera trimestral o anual, independientemente de lo que pase con el precio de la acción.
Por otro lado, existen los bonos corporativos, los cuales básicamente son deuda de las empresas; es decir, en vez de ser socio de la compañía, uno se convierte en acreedor al prestarles dinero.
No obstante, cada empresa escogerá el plazo y el rendimiento que pagarán sus bonos, y van en función de las tasas de referencia y del nivel de riesgo crediticio que tenga la firma.
Algo que es importante señalar, es que durante la vida del bono, los tenedores reciben intereses de forma periódica y al final del plazo, reciben el capital inicial invertido. Entre mayor sea la capacidad de pago de la empresa, menor será la rentabilidad de los bonos.
Con respecto a los bonos, algo que los inversionistas no deben olvidar es que tienen mercado secundario y se valúan mark-to-market. Esto significa que si un inversionista necesita liquidez, puede comprar un bono de diez años y venderlo a precio de mercado, en cualquier momento.
Los bonos y las acciones normalmente tienen una relación inversa entre ellas. Cuando la empresa empieza a crecer y a tener mejores resultados, las acciones suben de precio, esto también provoca que la compañía tenga menor riesgo de amortización, lo cual disminuye los pagos de cupón de los próximos bonos que emita.
La mejor estrategia siempre será diversificar los portafolios considerando el perfil de inversionista que uno tenga. Por eso es importante contestar las siguientes preguntas:
Horizonte de inversión: ¿En cuánto tiempo necesito mi dinero? ¿Corto, mediano o largo plazo?
Objetivo de inversión: ¿Qué busco con mi inversión? ¿Preservar el capital contra la inflación? ¿Generar flujos de efectivo? ¿Obtener rendimientos arriba de la inflación?
Volatilidad: ¿Qué tanto tolero movimientos en precios de mi inversión? ¿Puedo ver minusvalías? ¿Entiendo que voy a dejar la estrategia funcionar?
Ahora que ya conoces la diferencia entre estos instrumentos, es momento que decidas cuál te conviene más para diversificar tu inversión.
Por Marco Cervantes
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