Hay momentos en la vida en que pocas cosas nos preocupan. Pongamos un ejemplo. Llegas a una edad en la que ya pudiste retirarte. Tus finanzas están bien (a secas), tienes un ahorro en el banco que te permite solventar gastos extraordinarios. Tu hipoteca está en orden y ya tienes la factura liberada de tu camioneta. Todo suena bien.
Y claro, esto sin olvidar que el dinero por tu jubilación te alcanza para vivir holgadamente. Al menos en la teoría. La práctica, más la inflación, más decisiones no tomadas a tiempo pueden hacer que esa estabilidad se ponga en tela de juicio.
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