La crisis financiera de 2007-08, que comenzara con la manipulación por parte de compañías estadounidenses de instrumentos de alto riesgo en el mercado inmobiliario
Se ha convertido en un punto de inflexión en la historia moderna sobre el futuro del actual sistema económico neoliberal. Sus consecuencias han girado por todo el globo a un ritmo mucho más acelerado que los movimientos terrestres, sin que hoy podamos siquiera definir si esa fue la partida ni cuál será la meta. Una crisis se estaba gestando en Estados Unidos, pero también en Europa, y sin remedio en los llamados emergentes y países del tercer mundo.
Los grandes acontecimientos del siglo pasado no nos dejaron, quizás, tiempo para prever un fenómeno como el actual, que nadie logra explicar del todo, donde subyacen infinidad de ,opiniones y teorías, que a veces se tocan, y otras se quedan totalmente aisladas.
La peor de las consecuencias es la terrible desigualdad que vemos dentro de los países y entre ellos. No en vano los foros organizados por las naciones más ricas han incluido este tema en sus agendas como fundamental, y aunque sabemos que, tal como lo plantearon los “Objetivos del milenio”, se queda más en el papel que en los hechos, ya que figure en las discusiones es un paso.
Por otra parte, es inevitable para quienes no somos representantes de la economía teórica o aplicada, preguntarnos qué pasa en un modelo globalizado donde las crisis llevan al rescate financiero por parte de los gobiernos de las grandes trasnacionales del dinero, en detrimento de las poblaciones, el empleo y los ingresos de los grupos desfavorecidos, y hasta de las clases medias, sin que parezca haber otra solución más factible. Darle dinero a los que mal usaron el dinero de la gente… ha sido la constante.
En los más recientes años el tema ha estado, además de en los debates, en la investigación de economistas reconocidos. El primero de ellos, sobre el que reflexionamos en este artículo, es Thomas Picketty, francés, especialista en desigualdad económica y distribución de la renta, autor del libro El capital en el siglo XXI. La obra es un best seller, publicado a lo largo y ancho del planeta e idiomas, y él ha sido publicitado como una especie de rockstar de las nuevas teorías de la desigualdad.
Sin embargo, así como su libro figura en las listas de los más vendidos, también lo hace en las de los menos leídos. La verdad sea dicha, a las élites les interesa más lucirlos en sus bibliotecas, que entender el mundo en el que vivimos y encontrar mejores soluciones.
Piketty plantea que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, la desigualdad aumenta. Esto, en un panorama cuya característica principal ha sido las bajísimas tasas de interés, en función de que las economías se aceleren, sin demasiados resultados. Su trabajo cuestiona anteriores teorías que planteaban un vínculo directo entre el desarrollo económico y la redistribución de ingresos. Pero más allá, demuestra que, en el largo plazo, el retorno promedio sobre el capital supera la tasa de crecimiento de la economía, lo cual implica que los propietarios del capital son cada vez más ricos y a mayor velocidad que el resto de la población.
El trabajo de Deaton se enfoca en tres interrogantes:
Los registros sobre impuestos le permitieron reunir datos sobre las élites económicas, a fin de establecer las tasas de acumulación de la riqueza y compararlas con las del resto de la sociedad. Su obra toma así datos económicos que se remonta 250 años para demostrar que se produce una concentración constante del aumento de la riqueza, que no se autocorrige y aumenta la desigualdad económica. Su propuesta de solución radica en una redistribución de la riqueza a través de un impuesto mundial sobre esta. Así, Piketty convierte su trabajo sobre la disparidad creciente de las rentas en el símbolo de la angustia poscrisis.
En este tiempo de poner la desigualdad en las agendas, al menos de análisis, el premio Nobel de Economía nos sorprendió con la noticia de que el galardonado era el escocés Angus Deaton, por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar social. Su trabajo ha sido destacado, entre muchos factores, por la vinculación de consumo e ingresos y comprensión de los niveles de pobreza.
Deaton, es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales Woodrow Wilson, miembro del Departamento de Economía de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, de la Academia Británica, de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y de la Sociedad Econométrica.
Según el comité calificador del premio, la investigación del también nacionalizado británico y estadounidense se centra en comparar el alcance de la pobreza a través del tiempo y lugar.
Para Deaton, el desarrollo desigual en el mundo rico ha dejado rezagado al pobre, aunque, asegura, entender el problema no necesariamente conduce a una solución. Para que no nos perdamos en aliteraciones teóricas, “el problema no es el consumo, sino que ese consumo le cause daño a otros”, ha dicho.Es tiempo quizás de que reflexionemos y que los individuos tomemos cartas en el asunto, cuando a los sistemas socioeconómicos y los gobiernos parece que se les va de las manos el bienestar de la población global en su conjunto.
Por Gabriela Guerra Rey
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