Imaginémonos esta escena: usted está en un aula a punto de presentar el examen de su vida; es la oportunidad de obtener un grado académico que le permitirá ejercer una carrera profesional.
Frente a donde está parado, hay un estrado con tres jurados que lo miran fijamente; éstos son especialistas en la materia, con años de experiencia y armados con todas las credenciales y conocimientos para asignarle una calificación. La escena, sin duda, impone.
Eso debe pasar en las inversiones…
Cuando una empresa o gobierno emite un instrumento de deuda, y están bajo los reflectores de una calificadora de riesgos, la escena, sin ser la misma, debe causar los mismos nervios a los involucrados en ser evaluados y recibir la nota calificatoria.
Desde comienzos del siglo pasado, con el impulso de la industria ferroviaria en Estados Unidos y con la importancia que tuvo la emisión de bonos para su financiamiento, se crearon empresas dedicadas a estudiar la calidad de estos instrumentos. De esta manera, Poor’s Publishing Co. publicó su primera calificación en 1916; Standard Statistics Bureau arrancó operaciones en 1922, y Fitch Publishing Co., hizo lo propio en 1924.
Fue hasta 1972 cuando se fundó la primera agencia calificadora fuera de los Estados Unidos: Canadian Bond Rating Services, en Montreal, Canadá. En Europa, la primera de este tipo de empresas surgió en España, en 1985: Renta 4 S.A. En el caso de América Latina, la primera calificadora de valores se autorizó en Chile en 1988; la segunda fue en México, en 1990.
Para el inversionista debe ser indispensable saber la calificación del instrumento en el que invertirá. ¿Por qué? Porque esta calificación es una opinión emitida por una entidad independiente especializada en estudios de riesgo. Y un inversionista lo que más quiere es conocer los riesgos.
La calificadora dará claridad sobre la calidad crediticia de la empresa o gobierno emisor, información que es oro molido para cualquier inversionista. Esto significa que el inversionista sabrá la capacidad para pagar que tiene una empresa o el gobierno, a quienes les entregó su dinero, a cambio de una tasa de interés pactada a un periodo definido.
La labor de las calificadoras, al margen de controversias que han surgido en los últimos años sobre su labor, ha contribuido a una mayor transparencia y uso de la información en el mercado de títulos de deuda.
La evaluación del riesgo se basa en muchos factores. Algunos de ellos son el entorno macroeconómico, el movimiento del sector en que se desarrolla la empresa donde se invierte, así como su posición competitiva a nivel nacional e internacional, innovaciones tecnológicas, oportunidades de mercado, entre otras.
Aunque también, la nota evaluatoria obliga a que se tomen en cuenta factores cuantitativos como aspectos financieros, contables, proyecciones, posibles flujos de ingresos y egresos, clientes, etc.
Es trascendental para el inversionista saber con qué Casa de Bolsa invertir, pero también en qué está poniendo su dinero. Para eso, la calificadora, da una opinión objetiva que se traduce en una calificación.
Usted debe tener conciencia sobre los riesgos que asume al comprar un valor. En esto, la calificadora le permitirá eliminar concepciones equívocas acerca del instrumento que desea adquirir para invertir su patrimonio. Además, recuerde siempre involucrar el factor riesgo en la toma de sus decisiones. De esa forma tendrá un parámetro parar comparar entre varias alternativas similares de inversión.
No olvide que ante la gran cantidad de instituciones y gobiernos emisores de deuda que existen, como inversionista encontrará ante una imposibilidad física de analizar detalladamente a cada uno de ellos. Pero no se preocupe, ese es el trabajo de la calificadora.
Por Casa de Bolsa Finamex
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