Uno de los objetivos que la mayoría de las personas que somos económicamente activas tenemos es hacer que nuestro dinero nos ayude a comprar todo lo que deseamos.
También, disponer siempre del efectivo suficiente para poder solventar alguna emergencia, o simplemente irnos de compras o de viaje. Aunque no debemos olvidar que en algún momento de nuestras vidas dejaremos de trabajar y nuestro ingreso ya no será el mismo.
Para lograr esto, incluso si tenemos ingresos altos, es necesaria una buena administración financiera y separar una parte del dinero que recibimos y tenerlo en stand by. Es decir, ahorrar.
El ahorro es el hábito que se tiene de separar una parte de lo que ganamos. Adoptarlo como propio es pensar en el futuro, ese tiempo en el que, probablemente, dejaremos de trabajar para dedicarnos a disfrutar de nuestros días sin el estrés ni la rutina diaria de tener que atender asuntos laborales.
Sin embargo, según datos de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), 7 de cada 10 mexicanos ahorran para una emergencia. Mientras que para el retiro, esa edad donde ya ha pasado nuestra etapa de máxima productividad, solo lo hace un 5%. Poco se habla de los que ahorran para después invertir.
Cuando uno entiende la necesidad del ahorro es porque ha tenido que desembolsar una fuerte cantidad de dinero, ya sea para resolver alguna emergencia o para darse un lujo.
Este episodio en nuestras vidas podríamos catalogarlo como la primera etapa de nuestra madurez financiera. ¿La razón? Hemos entendido, aunque sea por un momento, la necesidad de no derrochar, de guardar para la posteridad, pero sobre todo, la importancia de tener dinero que sirva para adquirir algún bien duradero, ya sea una casa, un departamento o un terreno. Aunque también, por qué no, es válido ahorrar para comprarse un auto o cambiar el que ya se tiene.
Desafortunadamente, en México hay una falta de cultura en el ahorro. Y los datos no mienten: solo el 34% de los mexicanos tienen el hábito de ahorrar. De este porcentaje, 36% lo hace en cuentas bancarias y 30% “bajo el colchón”.
La realidad es que ninguna de estas maneras de “ahorrar” son productivas para tu dinero. En la primera, la tasa de interés no alcanza para solventar los gastos por manejo de cuenta, lo que hará que tu ahorro, en lugar de aumentar, disminuirá. La segunda, si tu dinero está guardado durante muchos años, terminará perdiendo su valor, ya que se deben considerar elementos financieros como la devaluación, la volatilidad de las divisas y la inflación.
Cuando tomamos la decisión de ahorrar es necesario tener un propósito. ¿Comprar un automóvil? ¿Pagar mi maestría? ¿Dejar de trabajar? ¿Ahorrar para comprar una casa? Responder preguntas de ese tipo es indispensable para determinar qué buscamos y cómo podemos conseguirlo.
El primer paso concreto que debemos dar al comenzar a ahorrar es fijarnos una meta; el segundo, identificar cuáles son los gastos de los que puedo prescindir; el tercero: tomar la decisión de separar la cantidad de dinero que nos ayudará alcanzar nuestro objetivo y guardarla.
Por increíble que parezca, el ahorro también tiene sus desventajas. Por ejemplo, si ahorramos y guardamos el dinero en casa o en alguna “caja de ahorro”, corremos el riesgo de que éste desaparezca, víctima de un robo o de algún tipo de fraude.
También, si lo dejamos en una cuenta de ahorros, los “intereses generados” serán mínimos y las pérdidas serán mayores por cobros de comisiones o manejo de cuenta.
Sin duda, ahorrar es el primer paso para tomar el control absoluto de tus finanzas. Pero también el primero para entrar en el mundo de los inversionistas.
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Por Jesús Franco
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