Gracias a la globalización es casi imposible pensar en alguna economía aislada, ajena a lo que sucede en el mundo.
México forma parte de esta economía globalizada en la que se han disminuido las barreras para la circulación de los capitales financieros, comerciales y productivos. Y de esta globalización forman parte los mercados bursátiles o bolsas de valores, que son centros de inversión e intercambio donde las empresas y los gobiernos se hacen de recursos (otorgados por los inversionistas que esperan obtener rendimientos) para seguir adelante con sus proyectos de producción, desarrollo y crecimiento. Posteriormente, el capital que las emisoras capten en el mercado bursátil se transformarán en empleos y riqueza para un país, así como ganancias para los inversionistas.
En la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) así como en el resto de las bolsas cotizan empresas que no sólo pertenecen al país de origen con mercados nacionales, sino también empresas internacionales cuyos mercados se extienden a lo largo del planeta. Por ello, lo que suceda en países lejanos como China o en el continente Europeo también tiene una repercusión para la economía mexicana, en lo positivo y en lo negativo.
El ejemplo más reciente es la Bolsa de Shanghái. Años antes existía un gran optimismo por invertir y vender productos a China. Empresas y gobiernos apostaron a lo que el país asiático podría ofrecer. Hoy las cosas han cambiado. El crecimiento del 10% anual en su producción y de hasta un 150 por ciento en su mercado bursátil se ha ido desacelerando.
Cuando un país reduce sus expectativas de crecimiento, se traduce en que podrá adquirir menos bienes; hay menos demanda por los productos que adquiría. Por lo tanto, las empresas y gobiernos que dependían de este mercado tampoco recibirán las ganancias que se pronosticaban. Así, los proyectos de inversión y desarrollo no llegarán fácilmente y las utilidades que se ofrecerán a los inversionistas no serán las esperadas.
Ante este tipo de escenario, se pierde la confianza de los inversionistas y se reduce la demanda de productos y energéticos, ocasionando daños a los países dependientes de esta economía.
Por eso, no es coincidencia que cuando la Bolsa de Shanghái se desplomó, también se registraran caídas y movimientos en los índices de los mercados de Londres, París, Nueva York, entre otras y, por supuesto, del mexicano, debido a que China es de alta prominencia para la economía global.
Lo mismo sucedió con la crisis griega hace unos años, la situación política, económica y social se refleja en los índices bursátiles impactando no sólo al país de origen sino a todos aquellos que están vinculados a sus mercados.
Si en Europa se tiene una expectativa de recesión de alguna jurisdicción con cierto nivel de prominencia en el mercado, la comunidad inversionista institucional empieza a tener nerviosismo y a crear actos especulativos. Empiezan a moverse los capitales, el apetito de inversión y el riesgo se modifican.
Mucho de lo que sucede en las bolsas depende de cada uno de los jugadores. Por ejemplo, si un emisor trascendental, que forma parte del índice de una bolsa (del IPC en el caso de la mexicana) va a tener una gran repercusión directa por lo que sucede en China o Estados Unidos, va a arrastrar al resto de las emisoras a tener cambios también.
Para México, la mayor influencia proviene directamente de lo que suceda en el mercado bursátil de Estados Unidos; sin embargo, de manera indirecta lo que pudiera afectar a la Bolsa americana termina por impactar a la mexicana.
Por esta estrecha relación entre México y Estados Unidos, los índices más representativos que tienen impacto directo en la economía mexicana (y que por lo tanto hay que tener en constante monitoreo) son el Dow Jones, el Nasdaq, el S&P 500, entre otros.
Después vienen los efectos dominó, cuando el golpe no es directo pero el nerviosismo se vuelve internacional y afecta los índices primarios en Estados Unidos y, por supuesto después termina por incidir en el mercado mexicano. Un ejemplo, es lo que se mencionó anteriormente, el caso de Grecia o el nerviosismo que se tenía en Irlanda o Portugal, que pudieran no tener tanta relevancia para el mercado mexicano pero sí a los índices primarios.
Actualmente, en Europa, valdría la pena no perder de vista lo que se decida en cuanto a la intención de salida del Reino Unido de la Unión Europea y los principales índices bursátiles del continente, como el Ibex 35 (Madrid), DAX (Frankfurt), CAC 40 (París), FTSE 100 (Londres) y Euro Stoxx 50 (12 países de la eurozona).
Por tratarse de la región latinoamericana, también deben monitorearse los índices de la bolsa de Chile, Argentina y Brasil. A la lista hay que añadir no sólo el monitoreo de los índices sino de todo lo que les podría afectar, desde factores políticos, económicos, sociales, regulatorios, etc.
Ante una economía globalizada donde las consecuencias (positivas y negativas) pueden llegar de forma directa o indirecta y en muchas ocasiones sin previo aviso, los inversionistas que siempre lograrán sortear los efectos y generar mayores utilidades serán aquellos con una estrategia diversificada. Hoy nadie está aislado.
Por Macarena Quinzaños
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