La mayoría de la gente que cuenta con un patrimonio estable no considera invertir para el futuro, aunque eso defina la calidad de vida para sus hijos o incluso nietos. Actualmente, en México, la decisión de invertir en un patrimonio la toma 1 de cada 100 personas, de acuerdo con el Reporte Nacional de Inclusión Financiera 9 realizado por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
La mentalidad emprendedora se traduce en una gestión más eficiente de recursos e inversiones familiares, y una orientación al cambio de forma proactiva sirve para poder incrementar el patrimonio y así acumular una masa hereditaria suficiente para alcanzar la tranquilidad en la vida de las próximas generaciones.
El contar con un patrimonio estable significa una ventaja, ya que se puede contar con un horizonte de inversión más amplio, con el cual, el inversionista puede buscar rendimientos a largo plazo y, generalmente, estaría dispuesto a dedicarle una parte considerable de su patrimonio a instrumentos de mayor volatilidad que, por lo regular, son los que más rendimientos pueden obtener a largo plazo.
En este caso, es importante trazar un mapa de lo que puede suceder y con base en eso, tener una estrategia clara y definida para tomar una decisión. El inversionista debe considerar sus compromisos a largo plazo para definir su estrategia de inversión.
Al comenzar a invertir en el patrimonio se debe conocer a detalle los instrumentos y sus características antes de elegir cualquier opción de inversión a largo plazo.
Por ejemplo, de acuerdo con datos de Economática, obtenidos de la Secretaría de Economía y de la misma Bolsa Mexicana de Valores, a lo largo de 39 años, el principal índice de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) acumula un rendimiento que medido en porcentaje rebasa 6.2 millones, que representa una tasa de crecimiento anual compuesto de 32.71%. En contraste, el rendimiento promedio de la última década de los Cetes, no rebasa el 8%.
Invertir el patrimonio en portafolios con instrumentos de inversión más sofisticados no significa por sí mismo proyectar el dinero a un futuro impredecible o “apostarlo”. Simplemente, significa que se está listo para tener un portafolio de inversión, definir un objetivo claro, establecer un plan de largo plazo y que se tiene la disciplina de seguir una estrategia para disfrutar de los frutos de la inversión con el paso del tiempo, para tener la posibilidad de heredar una mejor suma de activos.
El que una inversión logre un objetivo de rentabilidad no depende de ser un inversionista millonario o de arriesgar el patrimonio. Todo reside en acercarse a un asesor financiero de confianza, crear juntos una estrategia personalizada y, lo más importante, respetarla en el horizonte de tiempo convenido para lograr los objetivos de inversión previamente establecidos.
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