Como todos sabemos la población de Gran Bretaña quiso separarse completa y definitivamente de la Unión Europea (UE) en un referéndum celebrado el 23 de junio de 2016.
Sin embargo, valdría la pena entender los antecedentes de este abandono británico antes de reflexionar sobre Cataluña.
Existen cifras muy significativas que se han obviado en esta votación y que explican mejor el desapego británico hacia el continente europeo. Niall Ferguson, historiador británico, asegura que, en 1971, cuando el parlamento de Westminster votó la adhesión a la antigua Comunidad Económica Europea (CEE), lo hizo por 358 votos a favor y 246 en contra. Es decir, la división era ya evidente, como se puso de manifiesto 45 años después, ahora, el resultado tuvo dramáticas consecuencias.
La diferencia estriba en que, si antes el rechazo a la UE tenía que ver con un movimiento de reivindicación independentista (que es lo que busca Cataluña al querer separarse de España), los británicos votaron por el propio descrédito de la Unión Europea, no sólo para la mayoría de ellos, sino también para muchos europeos.
Este es, en realidad, el problema de fondo. Preguntarse por qué la UE ha dejado de ser un territorio de promisión para muchos ciudadanos. Es evidente que la crisis que inició en 2008 y la dura recesión que vive Europa desde entonces tiene mucho que ver. Aunque sería absurdo pensar que todo es fruto de ello. Lo que ha hecho a Europa un territorio cada vez menos querido a ojos de muchos ciudadanos es su incapacidad para resolver sus problemas.
En muchos casos por poner en marcha políticas equivocadas (la lamentable actuación del Banco Central Europeo en este proceso interviniendo muy tarde en los mercados financieros) o, en otras ocasiones, mostrando su incapacidad para gestionar fenómenos como la inmigración. Ni siquiera ha podido dar una solución a Grecia, que representa apenas 2% del territorio.
De hecho, el BREXIT, no es más que la fiebre de un problema de fondo que no sólo se manifiesta en Gran Bretaña, también en otros muchos países está emergiendo un movimiento de incalculables consecuencias que cuestiona el proyecto fundacional de la Unión Europea.
Algo que explica el auge de los populismos y de los movimientos xenófobos, no sólo de la propia Unión Europea, sino de muchas naciones en el mundo, el caso más ejemplar es el Partido Republicano en EEUU.
A estas alturas podríamos decir que el referéndum británico fue el primer gran plebiscito sobre la globalización que ataca a las clases medias, sobre todo de los países desarrollados, que pagan impuestos y que ven cómo los inmigrantes se llevan buena parte del pastel de las prestaciones sociales y por supuesto de la corrupción que prevalece en las distintas clases políticas.
Los capitales pueden desplazarse libremente, hasta el punto de presionar a los gobiernos en busca de mayores facilidades para la inversión, la inmigración por causas estrictamente laborales es ya un fenómeno de masas, provocando “dumping salarial” y una precarización de las relaciones laborales y la lucha por conseguir una misma prestación social (pobres contra pobres), se ha convertido en un asunto cada vez más relevante en los barrios obreros y de clases medias.
Como ha escrito el economista Nick Greenwood, el debate sobre el BREXIT “viene a sustituir una discusión más amplia en torno a los costos y los beneficios de la globalización, precisamente en el país de mayor tradición liberal de Europa y con la economía más abierta y expuesta a la competencia desleal”.
Pero GB, por esa tradición liberal desde que llegó a ser el imperio más poderoso del mundo con una economía completamente de libre mercado, puede dentro de lo que cabe, ya que seguramente sufrirá muchas consecuencias con su salida de la UE, progresar en términos de productividad y competencia económica, de política exterior y doméstica, y de libre comercio, buscando acuerdos con muchos países incluyendo los de la propia Unión Europea y desde luego con Estados Unidos, siendo este todavía el mercado más grande del mundo. No olvidemos además que ellos tienen su propia moneda y nunca adoptaron el euro.
Pero, ¿y Cataluña? ¿Se puede comparar esta región con una nación como lo es GB?
España históricamente ha vivido con los fantasmas separatistas e independentistas de algunas regiones, misma que Franco a través de la dictadura aplacó, dictadura que tuvo una transición ejemplar y logró que España consiguiera un gobierno democrático y de estado de derecho, inicialmente con el ya célebre “Pacto de la Moncloa”, y finalmente promulgando en la Constitución de 1978, misma que los catalanes abrazaron y aceptaron en su momento.
Una democracia plena debe estar fundada en el estado de derecho y este estado es el que precisamente “rompió” el parlamento catalán con el referéndum del primero de octubre y que desde luego indigna a toda España.
Pero vayamos al caso extremo en donde Cataluña declare unilateralmente su independencia y las graves consecuencias para todos los catalanes.
La Constitución Europea establece que en el caso de que una región de un estado miembro obtuviese su independencia y quisiera integrarse a la UE, tendría que presentar una candidatura oficial al Consejo de la Unión y seguir el procedimiento de adhesión, mismo que establece que tendría que recibir el voto unánime de los demás Estados.
Mientras esto no ocurra se suspenderían inmediatamente la aplicación de todas las políticas comunitarias, entre ellas las de libre tráfico de ciudadanos, pero, sobre todo, las de libre comercio y aranceles. Recuerden que por el momento la comisión europea no reconoce este movimiento independentista, ni el referéndum del primero de octubre.
Desde luego cualquier país del mundo (dentro y fuera de la Eurozona) puede adoptar el euro como moneda de curso legal. Ahora bien, sólo los miembros de la Eurozona son copropietarios del Banco Central Europeo (BCE).
¿Qué significa esto? Primero, que el BCE solo puede aceptar como activo descontable la deuda pública de los países miembro. Segundo, que, salvo situaciones extraordinarias, el BCE sólo puede proporcionar financiación a los bancos radicados en países de la Eurozona, como ya sucedió en la etapa más aguda de la crisis que inició en el año 2008, evitando la quiebra de muchos bancos europeos incluyendo algunos españoles.
Una Cataluña independiente, podría mantener el euro como moneda de curso legal, pero sin acceso directo al BCE, y eso, en la práctica, es muy complicado de sostener en el tiempo (especialmente en momentos de alta incertidumbre).
Dicho de otro modo, una Cataluña independiente muy probablemente se vería forzada a abandonar el euro y a declarar un “corralito” sobre su sistema bancario mientras sus activos y pasivos se reestructurarán bajo una nueva divisa.
Me parece irónico pensar que la Cataluña industrial, financiera, comercial, agropecuaria y de servicios, no esté consciente de las consecuencias de que toda la UE les imponga aranceles, si solo el resto de España representa el 80% de su mercado de “exportación”.
No es casualidad que al momento que escribo estas líneas, Caixabank y Banco Sabadell han declarado que van a trasladar sus sedes fuera de Cataluña, así como Uber, Gas Natural, Cordorniu y Bimbo entre otros, se están trasladando a distintas regiones de la Península Ibérica.
Lo más grave es que a los siguientes tres días de este pasado y supuesto “referéndum”, las acciones de las empresas del índice de la Bolsa española (IBEX) más expuestas a Cataluña perdieron 16 mil millones de euros en valor de mercado.
Ciertamente, el incesante traslado de sedes sociales nos proporciona una lección importante que nunca deberíamos olvidar y que en México ya lo hicimos: la seguridad jurídica, en este caso, la estabilidad normativa dentro del marco de la Unión Europea y, sobre todo, la permanencia en el mercado único, es un factor fundamental para la acumulación de capital.
Los cambios súbitos en ese marco jurídico, conducen a una disrupción de los flujos de inversión o incluso a un éxodo empresarial, como ya empieza a suceder, lo cual, a su vez, empobrece a las sociedades que lo padecen.
Si los independentistas en algún momento trataron de persuadir a la población de que el proceso de separación política (especialmente de manera unilateral y hasta violenta iba a ser un camino “sin tropiezos” para su economía), entonces sin duda les engañaron.
Por todas estas razones más le valdría al líder Catalán Carles Puigdemont contarle a la población que quiere independizarse, las verdaderas consecuencias de un acto como este y no andar de populista e independista, que personajes como él ya existen muchos en el mundo.
Además, Cataluña no será siquiera un Estado a menos que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo reconozca como tal.
Finalmente, según el Diario español “La Vanguardia” otra de las razones por la que la antigua CIU (Convergència i Unió) tiene tanta prisa por la independencia, es porque con el final del secreto bancario de Andorra se reportará a partir de 2018 todos los datos fiscales y cuentas bancarias a los gobiernos de países de la UE, con lo que saldrá a la luz la ingente cantidad de dinero que la oligarquía catalana ha robado durante más de 30 años.
En los últimos meses la Generalitat ha ingresado en bancos suizos 33 mil millones de euros (según el mismo diario) para el mantenimiento de una República catalana durante los próximos tres años. Dinero que nunca volverá a Cataluña, porque servirá para que los que han organizado esta sedición vivan como reyes cuando escapen de España, después de haber enfrentado y separado por muros de odio a los catalanes.
Con todo este éxodo empresarial y social que ya se está dando solo falta que la Virgen de Montserrat ya esté buscando su cambio de sede al Rocío en Andalucía…
Por Eugenio Ruiz Pellico
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